La artritis reumatoide

Es una realidad que en el día a día realizamos múltiples actividades que implican movimiento. Detrás de acciones tan sencillas como abrir un cerrojo, hasta las habilidades motoras más complejas, se encuentra el trabajo constante de nuestras articulaciones, las cuales son tan eficientes en su labor que pocas veces notamos su importancia. Es en el momento en que una enfermedad como la artritis reumatoide se manifiesta, se aprende a valorar la función de nuestras articulaciones, pues con ésta y otras enfermedades similares, movimientos que antes se hacía incluso de manera inconsciente, ahora se ven comprometidos.

La artritis reumatoide es una enfermedad crónica en la que nuestro sistema inmunológico identifica a las articulaciones como algo dañino y las ataca, de manera similar a lo que haría ante la presencia de un virus o una bacteria. Aunque no se sabe con certeza la razón por la cual nuestro sistema de defensa puede presentar este error, se han identificado algunos factores genéticos relacionados, lo cual explica por qué esta enfermedad suele presentarse más frecuentemente en algunas familias.

A pesar de que la artritis reumatoide puede desarrollarse a cualquier edad, es más común que se manifieste durante la cuarta o quinta década de la vida. De igual manera, es una enfermedad que se presenta con mayor frecuencia en las mujeres (por cada hombre con artritis reumatoide hay 3 mujeres afectadas).

La artritis reumatoide suele iniciar de manera lenta y poco clara, generando dolor difuso, inflamación y cierta rigidez en varias articulaciones, principalmente en las manos, muñecas, rodillas, tobillos y en los dedos de los pies. Usualmente afecta múltiples articulaciones de manera simétrica, es decir, si afecta la muñeca izquierda también estará alterada la derecha, sin embargo, no en todos los casos es así. Además, otro fenómeno muy característico de esta enfermedad es la rigidez matutina, en la que los pacientes presentan dolor en varias articulaciones, así como dificultad y un incremento del dolor con el movimiento. Estos episodios pueden comprometer de manera importante la funcionalidad de la persona, ya que pueden durar varias horas.

Desafortunadamente, el error en el sistema inmunológico que genera la artritis reumatoide también puede predisponer a nuestras propias defensas a atacar a otros órganos, sobre todo cuando la enfermedad ya está en etapas avanzadas. Los ojos, los pulmones y el corazón pueden presentar problemas. Por este motivo, es importante detectar a las personas en riesgo de desarrollar artritis reumatoide e iniciar tratamiento de manera temprana.

Para el diagnóstico de la artritis reumatoide, el médico evaluará los síntomas y los hallazgos de la exploración física, y, en caso de que sean compatibles con el perfil de la enfermedad, indicará estudios de laboratorio y radiografías. Las pruebas de laboratorio sirven para identificar si existe una alteración inmunológica, facilitando descartar otras formas de artritis en las que el origen es distinto. Por su parte, las radiografías funcionan como un reporte de daño, pues en ellas se puede observar que tan alteradas están las articulaciones. En conjunto, todas estas medidas le dicen al médico que tan grave es la enfermedad y, por lo tanto, le sirven como indicador para seleccionar los tipos de medicamentos que deberá utilizar.

Al ser el dolor el síntoma más característico y molesto de la artritis reumatoide, el uso de analgésicos antiinflamatorios es común. Sin embargo, éstos solo se usan para controlar los síntomas, por lo que la terapia principal la conforman medicamentos que actúan sobre el sistema inmunológico frenando su actividad dañina. Por esta razón, si llegas a presentar algunas de las dolencias antes mencionadas, consulta a tu médico.