Siegfried Rhein
Apr 1 2019Una falsa alarma peligrosa
La seguridad es un tema primordial en todos los ámbitos de nuestra vida. Desde las múltiples y elaboradas contraseñas que debemos utilizar para proteger nuestra información hasta las bolsas de aire en los autos, estas medidas nos ayudan a sentirnos protegidos y, hasta cierto punto, a desentendernos de los peligros de los que nos resguardan. Sin embargo, estos mecanismos están diseñados para funcionar en contextos específicos, de tal manera que en ciertas circunstancias pueden ser contraproducentes. Por ejemplo, si en un edificio con un sistema de protección contra incendios una persona decidiera fumar cerca del detector de humo, las alarmas y los dispositivos rociadores se activarían ante una situación incorrecta. En este sentido el problema no fue que haya funcionado mal el sistema de defensa, sino que se activó ante un escenario diferente en el que su acción resulta perjudicial. De la misma forma, en nuestro organismo existen mecanismos que funcionan de manera similar y que pueden activarse en situaciones no deseadas, un ejemplo es el proceso de coagulación.
La coagulación consiste en una compleja serie de reacciones que se llevan a cabo para “solidificar o hacer gel” una porción de nuestra sangre para formar un coágulo que evite mayor salida de esta en el sitio en donde se ha dado una lesión, este proceso es una forma eficaz en la que nuestro organismo controla los múltiples micro o macro sangrados que ocurren diariamente. Aunque probablemente no podamos recordar la última vez que sangramos, la realidad es que nuestros vasos sanguíneos se rompen continuamente. Hechos tan simples como un golpe aparentemente inofensivo, o salir a trotar, generan rupturas en nuestra circulación microscópica, causando pequeñísimos sangrados que, a pesar de ser mínimos, sin la presencia de la coagulación podrían no parar e impactar seriamente nuestro estado general de salud.
La coagulación es entonces un proceso importantísimo en el funcionamiento de nuestro cuerpo, sin embargo, al igual que una alarma contra incendios que se dispara de forma incorrecta, también puede activarse de forma contraproducente causando trombosis en donde la sangre es proclive a la formación de coágulos llamados trombos dentro de un vaso sanguíneo que no presenta aparente lesión. La consecuencia en esto, es que los coágulos pueden obstruir parcial o totalmente el flujo de sangre que mantiene vivos a nuestros órganos, ocasionando un infarto que resulta en un daño permanente al tejido afectado e incluso la muerte. Muchas de las veces, estos infartos son causados por trombos que se origina a partir de acumulaciones de colesterol depositadas en las paredes de los vasos sanguíneos. Estos bultos de colesterol, al romperse, causan la activación de la coagulación, pese a que el vaso sanguíneo en el que se encuentran asentados no está lesionado, esto acción sería comparable a una alarma contra incendios que se activa por el humo de un cigarro. Otra causa también de gran frecuencia que puede lesionar el interior de los vasos sanguíneos es el aumento de la presión arterial, por ello la hipertensión es un factor de riesgo en predisponer a la formación trombos.
Afortunadamente, los médicos identifican claramente cuáles son los factores de riesgo de la trombosis, y por eso es posible aplicar varias medidas preventivas que evitan un infarto:
- Primero, es necesario mejorar los hábitos alimenticios. Una forma de hacerlo es evitando el consumo de grasas saturadas, como las que se encuentran en la comida frita, los embutidos y ciertos tipos de carne, así como evitar también los alimentos y bebidas con mucha azúcar. En el caso de las personas que padecen hipertensión arterial, limitar el consumo de sal también es benéfico.
- La actividad física constante ha demostrado reducir el riesgo de trombosis en pacientes con riesgo porque mantiene nuestro sistema cardiovascular sano. Nuestro médico nos recomendará realizar ejercicio físico constante como natación o ciclismo hasta por cinco días por semana y por al menos 30 minutos.
- Personas a las que se les han identificado plenamente factores de riesgo como diabetes, hipertensión, problemas de colesterol u obesidad, deben acudir a revisión médica para recibir una valoración que permita ofrecer un manejo integral para con ello disminuir las posibilidades de desencadenar una trombosis o un infarto.
En algunos casos bastará con que se hagan cambios en el estilo de vida para reducir el riesgo de trombosis, pero en algunos otros, sobre todo en aquellos que ya han presentado infartos, van a ser necesarios medicamentos que disminuyan la viscosidad de la sangre evitando que coagule con facilidad, además del manejo de los factores de riesgo que se identifiquen.
Sin duda alguna la trombosis es una causa de muerte en nuestra población. Es por esto que mediante la prevención activa podemos evitar que nuestra alarma de coagulación se active de forma anómala y así tener un mejor pronóstico.
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