Siegfried Rhein
Jul 1 2019La reputación del infarto cardiaco
Haciendo referencia a las enfermedades en general, es común que las personas tengan en mente un adjetivo particular para aquellas que se presentan con mayor frecuencia. Ya sea por alguna característica específica, como la estacionalidad del resfriado común, o la presencia de síntomas particularmente molestos, como los de una gastroenteritis, es completamente natural colocarles una etiqueta que resalte lo que más se relaciona con ellas. En este sentido, no cabe duda que el infarto al corazón tiene una de las peores reputaciones, pues no es raro que el término se asocie de manera automática con la muerte. Pero ¿realmente está justificada esta reputación? Tan solo basta con echar un vistazo a las causas de muerte en nuestro entorno más cercano para darnos cuenta de que un infarto seguramente ha sido el responsable en uno o varios casos.
El término infarto se refiere a la muerte de un tejido a causa de falta de riego sanguíneo. La sangre, al ser el medio que tiene el organismo para repartir los nutrimentos y el oxígeno a todo el sistema, debe llegar continuamente a cada rincón de nuestro cuerpo para alimentar a todas las células que nos componen. Desgraciadamente, nuestras células son muy poco tolerantes a la falta de flujo sanguíneo, de tal manera que mueren rápidamente después de un breve periodo de desabasto. En este sentido, si el infarto afectó solo a un pequeño grupo de células con una función no vital, el daño puede ser reversible. En cambio, si el infarto compromete el aporte de sangre a gran parte de un tejido o a un órgano en su totalidad, el daño ocasionado será permanente y, si no es letal, sin duda será severo. Además, si dicho órgano o sistema cumple una función vital, como lo hace el corazón, en el mejor de los casos el daño será catastrófico.
Aunque pueda resultar relativamente sencillo entender por qué un infarto al corazón suele ser tan devastador, comprender su origen con el suficiente detalle sigue siendo complicado, pues hay una gran cantidad de variables involucradas. En primer lugar, debido al deterioro que va sufriendo nuestra red de vasos sanguíneos con el paso de los años, mientras mayor sea la edad de un individuo la probabilidad de desarrollar un infarto incrementa. De la mano con esto, varias enfermedades se vinculan directamente con el origen de un infarto por sus efectos nocivos en la circulación. El aumento sostenido de la presión arterial, el exceso de azúcar en la sangre característico de la diabetes y la acumulación de colesterol en las paredes de las arterias son tres fenómenos que actúan de forma sinérgica para dañar a nuestras arterias, incrementando así la probabilidad de que se forme un coágulo capaz de obstruir la circulación. Por otra parte, se ha observado que la tendencia a desarrollar infartos tiene un componente genético, lo que quiere decir que en ciertas familias existe una probabilidad más alta de padecer esta condición.
¿Qué opciones existen para hacer frente a los infartos? Si hay algo que se sabe con certeza es que la prevención en estos casos es, por mucho, la estrategia más costo-efectiva. El adecuado control de la hipertensión arterial, la diabetes o el colesterol elevado es de vital importancia. Para lograr esto, en ocasiones basta con que los pacientes lleven una dieta adecuada y hagan ejercicio, sin embargo, existe también tratamiento farmacológico para aquellos que no alcancen el control con estas medidas. Desafortunadamente, independientemente de si se realizó o no un correcto abordaje de los factores de riesgo, los infartos pueden presentarse. En estos casos es imperativo restaurar el flujo lo más rápido posible mediante la administración de medicamentos que disuelven los coágulos y dilatan los vasos sanguíneos.
Es probable que la reputación tan ominosa que caracteriza al infarto no se pueda borrar pronto. Sin embargo, al crear conciencia acerca de este tema podemos contribuir a que, poco a poco, la etiqueta con la que lo identificamos pase de ser “letal”, a “poco común”.
- Infarto.
- Corazón.
- Colesterol.
- Triglicéridos.
- Dislipidemia.
- Diabetes.
- Hipertensión arterial.
- Arteria.
- Vasos sanguíneos.
- Trombo.
- Coágulo.
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