La segunda varicela

Sin duda alguna recordarás esos tiempos, hace ya algunos años, en donde era frecuente el típico caso de un pequeño contagiándose de una infección viral que le provocaba fiebre y ronchas en todo el cuerpo, y que, por tal motivo, tenía que faltar unos días en la guardería porque había contraído la famosa varicela. Gracias a la tecnología, a los avances de la ciencia y a las vacunas, esto no pasaba más allá de que el infante se quejara de la comezón, se encontrara irritable a causa del dolor de cabeza, tuviera aumento de la temperatura corporal y falta de apetito, pero nada comparado con los cuidados familiares, siendo estos el mejor tratamiento en ese entonces.

Uno pensaría que esta enfermedad tan contagiosa y famosa en las escuelas acabaría su reinado en la etapa escolar, pero esto tristemente no es así. El virus que nos afectaba de niños vuelve para hacernos daño una vez más pero ahora con mayor potencia afectando principalmente a personas mayores de 50 años.

El herpes zoster es considerada una enfermedad causada por la reactivación del virus de la varicela ocasionado por depresión o alteración de nuestro sistema inmune que se encarga de defendernos, por lo cual en los primeros días de la infección puede causar un dolor quemante o ardoroso muy intenso, principalmente en la zona torácica dorsal o lumbar en donde eventualmente dan su aparición pequeñas lesiones similares a ampollas llamadas vesículas que al tacto son muy molestas.

Lamentablemente, aunque las lesiones cutáneas pueden desaparecer pasadas dos semanas, con el dolor no es la misma historia, ya que éste puede persistir hasta por 30 días o más dando lugar a un padecimiento conocido como Neuralgia postherpética, siendo un dolor continuo sin presentación de manifestaciones cutáneas inflamatorias posterior a un brote de herpes zoster.

Debido a que este dolor es intenso y molesto para realizar las actividades diarias, es necesario acudir con un profesional de la salud que pueda indicar un tratamiento adecuado dependiendo de las manifestaciones y molestias que llegue a tener el paciente, brindando algún fármaco que ayude al dolor de origen neural como antidepresivos, antiepilépticos u opioides para aminorar la sensación desagradable que una consecuencia como esta puede provocar.